Ibn Quzmān (ca. 1078 – 1160)
Afinan un laúd y llenan vasos:
¡A ver cuántos, por Dios!
Escánciame ese vino, que me anime;
rebájalo con agua, si prefieres,
aunque a mí no me gusta nada a medias,
a ver si así me olvido de problemas.
¡Qué hermoso es el laúd, qué bella forma!
Cuando oigo su preludio, me conmuevo;
es hora de dejar otras tareas
y escuchar al laúd y a los que cantan.
Escucha a quien te dice la verdad
y responde con magia, si preguntas:
él recomienda amar, aunque no ame
y recuerda nostalgias sin sufrirlas.
Tiene joyas que no forjan plateros,
fino su cuello es y el vientre hueco,
no tiene voz de adulto, es como un niño
que agrada a todo el mundo en lo que hace.
Ya pasaron mis días juveniles
y mis últimos años han llegado:
qué lástima, pardiez, de lo pasado
de juventud, inacabable pena.
Diego López de Haro (ca. 1440 – 1523)
Otra invención suya a vn laúd negro y las cuerdas verdes y quebradas.
Traygo, como veys, tristura
do plazer nunca se alcança,
después que quebró ventura
las cuerdas del esperança.
Andrea Alciato (1492 – 1550)
Emblema Foedera en edición latina, italiana y castellana.
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