Veterodoxia – Pepe Rey

Barbieri: Siringa o silbato de cañas

(1891)

Edición y notas de Pepe Rey.

Nota previa:

«Fueron diversas las actuaciones del activísimo e infatigable Barbieri durante el año 1891. El 12 de enero leyó su estudio “El silbato de cañas que ostenta el dios Pan”, instrumento conocido también con el nombre de siringa, y mostró sus diferencias con el “albogue” de los árabes. Como se ha encontrado este instrumento en pueblos muy distantes, el Sr. Rada y Delgado expuso que se trataría de una coincidencia, como las hay en los dibujos infantiles de figuras humanas trazados en muy diversas tierras del orbe. El Sr. Fernández y González juzgó muy característicos los agujeros del albogue morisco y dijo que el albogue descrito por aquel musicólogo era aquel de los árabes españoles, aduciendo palabras de D. Juan Manuel en relación con el asunto. Finalmente, se acordó insertar en el “Boletín” aquel estudio sobre la flauta de Pan.»

José Subirá, “La Sección de Música de nuestra Academia: su actuación durante el decenio 1883 – 1893”. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, nº 17, segundo semestre (1963), p. 39.

Efectivamente, el estudio de Barbieri se publicó en el Boletín correspondiente al mes de enero de 1891, aunque con el título modificado respecto al que tenía cuando su autor lo leyó públicamente, según la reseña de Subirá.

El periódico madrileño La Iberia en su edición del 15 de febrero de 1891 publicaba la siguiente noticia:

El aplaudido maestro compositor y distinguido literato, Sr. Barbieri, acaba de publicar en el Boletín de la real Academia de San Fernando un estudio acerca de la siringa o silbato de cañas, uno de los instrumentos pastoriles más antiguos de Grecia. Compónese este de siete trozos de caña desiguales puestos en fila y pegados con cera; instrumento muy conocido por hallarse con frecuencia representado en manos del dios Pan y de los faunos, sátiros y silvanos, cuyas figuras nos han legado los escultores y pintores griegos, etruscos y romanos.

El Sr. Barbieri se propone ahora publicar otro trabajo de esta índole, para los que es tan competente, acerca de la guitarra y la vihuela, el instrumento español por excelencia.

Este artículo de Barbieri no ha vuelto a ser publicado en fecha posterior y muy raramente se encuentra citado. Tampoco figura entre las publicaciones digitalizadas y disponibles en la  web de la Real Academia de BBAA. Por tales razones y por su indudable interés Veterodoxia ha creído oportuno darlo a conocer junto a los artículos sobre instrumentos musicales escritos por Barbieri en las mismas fechas, ya al final de su vida, y publicados en el DEHA.

El problemático asunto sobre el que incide el estudio no queda resuelto definitivamente con las aportaciones de Barbieri, aunque hay que decir que él tuvo la clarividencia necesaria para detectarlo. En un enunciado resumido sería: ¿con qué nombre o nombres ha sido llamado en castellano el tipo organológico de flauta formado por varios tubos de diferente longitud? Desde fecha relativamente cercana a nosotros –creo que no antes de 1850– se ha ido imponiendo en los medios de la cultura escrita la convención de llamarlo “flauta de Pan”, seguramente por influencia o como traducción directa del inglés ‘panpipe’, debido a que los que se han referido a él no han encontrado un término castellano con que nombrarlo clara e inequívocamente. Barbieri creyó poder resolver el problema, pero da la impresión de que el asunto es más complejo que lo que él alcanzó a percibir. Es posible que con los datos que ahora se conocen, tanto iconográficos como literarios, pueda darse una respuesta más acertada históricamente.

 

 

SIRINGA

o

SILBATO DE CAÑAS

El estudio de los instrumentos músicos pastoriles de Grecia es bastante difícil, y más difícil aún traducir sus nombres a las lenguas modernas, de modo que se dé una perfecta idea de lo que entonces eran y de la analogía que con ellos tienen los instrumentos que hoy usamos.

Por fortuna sucede en esto, como en otros muchos ramos de la historia, que si bien en la vida social de las ciudades todo ha cambiado bastante, no pasa lo mismo con lo que tiene relación con las costumbres de la vida campestre y montaraz, siendo muy frecuente hallar hoy en esta objetos que difieren poco o nada de los que se usaban en muy remotos tiempos de la historia.

Hay, sin embargo, cosas que inducen a confusión; porque cuando Europa sufrió tan tremendas convulsiones por la irrupción de los bárbaros y por la ruína del Imperio romano, las letras y las artes de la paz experimentaron un prolongado eclipse, hasta que, formadas ya las lenguas romances, los literatos y artistas empezaron a volver la vista atrás para inspirarse en los grandes modelos de la antigüedad; pero como ya se había perdido la memoria de muchas cosas importantes para el perfecto conocimiento de las antiguas lenguas y costumbres greco-latinas, de aquí vino a resultar que en las gramáticas y diccionarios modernos de aquellas lenguas se hallen hoy tantos puntos obscuros y tantas contradicciones, que en muchos casos sucede, como decía Quevedo,

Que no es posible hallar con dos sabuesos
Una cabeza en tanta pepitoria.[1]

A tal confusión han contribuido mucho los escritores franceses, quienes por disponer de un idioma de los más pobres, han abusado tanto de la sinonimia en materia de traducciones del griego y del latín, que en ciertos casos resulta la versión hasta contraria al original.

Asentados estos precedentes, entremos en materia.

Uno de los instrumentos pastoriles más antiguos de Grecia es la especie de silbato compuesto de siete trozos de caña desiguales puestos en fila y pegados con cera, cuyo instrumento es muy conocido por hallarse con frecuencia representado en manos del dios Pan y de los faunos, sátiros y silvanos, cuyas figuras nos han legado los escultores y pintores griegos, etruscos y romanos. Dicho instrumento se llamó en griego σύριγξ y en latín syrinx, del nombre de la ninfa que, huyendo de las caricias de Pan, se convirtió en cañas.

Esta es la fábula, según la cuenta Ovidio en el libro I de las Metamorfosis, en estos términos:

Panaque, quum prensam sibi jam Syringa putaret,
Corpore pro Nymphae calamos tenuisse palustres:
Dumque ibi suspirat, motos in arundine ventos
Effecisse sonum tenuem, similemque querenti;
Arte nova, vocisque deum dulcedine captum:
“Hoc mihi concilium tecum, dixisse manebit:”
Atque ita disparibus calamis compagine cerae
Inter se junctis nomen tenuisse puellae.[2]

Los latinistas modernos pretenden que dicho instrumento se llamaba también en latín arundo, arundo cerata, fístula y aun calamus, apoyando su pretensión en algunos pasajes de Ovidio y de Virgilio; pero no han caído en la cuenta de que  estos grandes poetas eran al propio tiempo insignes retóricos, que usaban y aun abusaban con frecuencia de la figura sinécdoque y de otras, según convenía a la elegancia de sus arranques poéticos. Veamos las pruebas.

Dice Ovidio tratando del rey Midas y sus orejas de asno:

Pan ibi dum teneris jacta carmina Nymphis,
Et leve cerata modulatur arundine carmen,[3]

y más adelante añade:

…calamis agrestibus insonat ille.[4]

Por consiguiente, si Pan es aquí el actor principal; si su instrumento favorito era el de varias cañas unidas con cera, inventado por él, hay que convenir en que el arundo cerata y el calamis agrestibus no son sino circunloquios poéticos para nombrar el instrumento llamado syrinx.

Dice Virgilio en su Égloga II:

Pan primus calamus cera conjungere plures
Instituit; Pan curat oves oviumque magistros,
Nec te poeniteat calamo trivisse labellum:
Haec eadem ut sciret, quid non faciebat Amyntas?
Est mihi disparibus septem compacta cicutis
Fistula, Damœtas dono mihi quam dedit olim.

Lo cual, traducido literalmente al castellano, si mal no lo entiendo, significa: “Pan fue el primero que enseñó a unir muchas cañas con cera; Pan cuida de las ovejas y de los mayorales de ganado. No temas herirte el labio con la caña; por aprender esto, ¿qué no hacía Amintas? Tengo una fístula compuesta de siete desiguales cañas de cicuta, que hace tiempo me regaló Dametas.”

De propósito he dejado sin traducir la palabra fístula, por hacer sobre ella algunos comentarios. En su más recta significación equivale a tubo o cañuto; por lo tanto, en este concepto no puede considerarse sinónima de syrinx. San Isidoro de Sevilla, en el libro III de sus Etimologías, dice que la invención de la fístula se atribuye por unos a Mercurio, por otros a Fauno, y aun por algunos a Idi, pastor siciliano; y añade: Fistula autem dicta, quod vocem emittat. Nam Graece PHOS vox, STOLIA missa appellatur. Más adelante, el mismo San Isidoro, apoyándose en los versos de Virgilio, que dejo atrás copiados, dice que el instrumento de varias cañas inventado por Pan se llamó pandora, del nombre del inventor; en lo cual no está conforme con la opinión de Ovidio, quien como antes he demostrado, dice que se llamó syrinx, del nombre de la ninfa. Pero aunque la voz pandura sea muy discutible en varios conceptos, siempre resulta de lo dicho por San Isidoro que la fístula es instrumento diferente del inventado por Pan, y que, por lo tanto, no debe darse a este el nombre de aquel, como no sea en sentido figurado.

Además, hay que considerar que Virgilio, en el caso presente, no podía usar la palabra syrinx a no dejar el verso mal construido, por lo cual, sin duda, empleó fístula: y para que no se pusiera en duda la clase de instrumento a que con tal palabra se refería, hizo su descripción, que resulta conforme con la de la syrinx, salvo la circunstancia de que el instrumento regalado por Dametas no era de los vulgares de cañas palustres, sino de cañas de cicuta, es decir, raro y de más lujo para un pastor. Creo, pues, que Virgilio usó aquí retóricamente de la voz fistula, tomando la parte por el todo, y que el instrumento de siete cañas inventado por Pan no se conocía rectamente con otro nombre que con el de syrinx, si bien los poetas, con la libertad que les caracteriza, lo nombraban de otros varios modos, por evitar también los equívocos que podían resultar del empleo de la tal voz, la cual no solo significaba la ninfa Siringa, sino el instrumento de Pan, y subterráneo o caverna, y, lo que es más, también llegó a ser sinónima de lavativa o jeringa.

De aquí proviene, sin duda, la confusión de los traductores modernos; y para que se vea hasta qué punto se ha divagado en la materia, voy a tomar nota de algunas traducciones de los citados versos de Virgilio, hechas por excelentes poetas de diferentes naciones de Europa.

El italiano César Arici, que es uno de los que más fielmente siguen el texto de Virgilio, lo traduce así:

Pane il primo insegnó con tenue cera
Giugner più canne insieme; egli custode
De’ greggi ama chiamarse e de’ pastori,
Né il labbricciuol t’ incresca á la ZAMPOGNA
Lograr meco sonando. R che non fece
Per saper queste istesse cose Aminta?
Di sette canni disuguali io tengo
Ben formata una FISTOLA; presente
Di Dameta; ………………………………..[5]

Aquí vemos que el cálamo o caña lo traduce mal en zampoña, y que no sabiendo tal vez cómo traducir fístula, lo deja como está en el original, que es la mejor manera de no equivocarse.

El célebre Tissot traduce más libremente en estos términos:

Pan chérit les brebis et protége leur maître.
Lui-même, avec la cire unissant des roseaux,
Leur apprit le premier des accords tout nouveaux.
Ne crains pas de presser de tes lèvres chéries
Le simple CHALUMEAU du dieu des bergeries.
Qual prix à ce talent n’eût pas mis Amyntas?
Je reçus autrefois du berger Damétas
La FLUTE à sept roseaux de grandeur inégale.

En esta traducción resulta el cálamo convertido en chalumeau y la fistula en flauta.

El poeta inglés Dryden, cuyos versos omito, traduce el pasaje con bastante libertad, y sin nombrar otro instrumento que Pipe, el cual tiene muchas significaciones, y entre ellas tubo, caramillo, flauta, gaita y otras que en castellano representan instrumentos diferentes.

Pero entre todos los literatos extranjeros, solo el insigne alemán Voss pone el dedo en la llaga, traduciendo fiel y propiamente en estos términos:

Pan hat zuerst ROHRPFEIFEN mit Wachs an einander zu fügen
Ausgedacht; …………………………………………………………………..
…………………………………………………………………………………….
Eine SYRING’abstufend in siebentönigem Schierling
Hab’ich, die einst Damötas zur Freundschaftsgabe mir darbot.

Nótese bien en el primero de estos versos la palabra Rohrpfeifen, que significa silbato de cañas, y en los dos últimos cómo traduce la fistula de Virgilio en Syrinx de siete cañas de cicuta (Schierling), interpretando así perfectamente el pensamiento del poeta latino, y empleando el sustantivo Syrinx, con que también en alemán se designa el instrumento en cuestión.

Veamos ahora cómo nuestro Fr. Luis de León traduce los citados versos de Virgilio:

Pan fue el que primero sabiamente
En la flauta diversas voces puso;
De grueso y de tamaño diferente
Con cera muchas cañas Pan compuso:
Pan guarda las ovejas, Pan la gente
Del campo: y no te pese hacer al uso
De la docta zampoña el labio bello,
Que Amintas se perdía por sabello.

 Tengo de siete voces bien formada
Una sonora flauta, que me diera
Dametas ……………………………….

Muy dignas de admiración y respeto son todas las obras del célebre Maestro Fr. Luis de León; pero, sin embargo, hay que confesar que en esta traducción estuvo desacertado como intérprete y aun como poeta. Por lo que a la música se refiere, es muy de notar el error en que incurre llamando docta zampoña a uno de los más primitivos y rústicos instrumentos pastoriles; error tanto más grave, cuanto que la zampoña nada tiene de común con el instrumento inventado por Pan.

Si del examen de las obras poéticas pasamos al de las filológicas, hallamos aún mayor confusión. En casi todos los diccionarios se hace tal embrollo con las definiciones de los instrumentos musicales griegos y latinos, que es punto menos que imposible formarse una perfecta idea de lo que realmente eran. Hay, pues, necesidad de recurrir a la historia de la música, fundada en los mismos instrumentos originales o en las representaciones plásticas de ellos que nos ha legado la antigüedad y que se conservan en los museos de Europa. Pero antes hay que hacer una sencilla observación.

Sin esforzar el raciocinio, se comprende que en los tiempos primitivos un pastor cualquiera, que oyese los efectos producidos por el aire en un cañaveral, concibiera la idea de cortar una caña y soplar en ella; así dice Lucrecio:

Et Zephyri cava per calamorum sibila primum
Agrestes docuere cavas inflare cicutas.[6]

De aquí el origen de los instrumentos pastoriles y la invención del atribuido al dios Pan.

Para producir los sonidos en este instrumento, es necesario soplar en los bordes de los cañutos, a la manera que hoy silbamos con el cañon de una llave; y por esto, aparte otras razones, se dio al instrumento el nombre griego de syrigx, el cual, según algunos sabios helenistas, equivale también a silbo o silbato. Ahora veamos cómo se llama en castellano.

El licenciado Covarrubias, en su Tesoro,[7] aunque no describe fielmente el instrumento, sin embargo le da el nombre de Siringa, que me parece propio.

Cervantes, en el capítulo II del Quijote, dice que “el castrador de puercos sonó su silbato de cañas;” y como estamos viendo que el tal silbato, tan común en nuestro país, es perfectamente análogo a la siringa de Pan, puede admitirse que con cualquiera de los dos nombres se diga bien en castellano.

Góngora, en su Polifemo, habla de un instrumento de cien cañas unidas con cera y cáñamo, al cual da el nombre de albogue; pero en esto da muestra de no saber lo que se dice, porque si se refiere al instrumento inventado por Pan, hay que recordar que en este no entraba el cáñamo, sino solo las cañas y la cera. Hay en España, efectivamente, un antiguo instrumento pastoril llamado albogue, el cual tiene alguna analogía con la siringa, por estar fundado en el mismo principio de las cañas y la cera; pero las cañas en el albogue no son más de dos y con agujeros que se tapan con dos dedos: estas cañas están pegadas con cera sobre una armadura tosca de madera y cuerno, que forma en conjunto una figura algo semejante a un pequeño cornetín; el sonido se produce por dos tubitos con lengüeta a manera de pipitañas, que corresponden a las cañas y que se hallan dentro de una boquilla de forma de embudo, por donde se sopla.

Este instrumento, del que poseo un ejemplar original, no obstante su aspecto rústico y primitivo, revela un gran adelanto artístico respecto a la siringa, porque en esta no puede producirse más que un sonido en cada una de las siete cañas, silbando, como ya he dicho, a la manera que lo hacemos con el cañón de una llave, y con el albogue se producen todos los sonidos de la escala en solo dos cañas por medio del soplo suave y con ayuda de los dedos que tapan o destapan los agujeros. Todo esto aparte la completa diferencia de forma que hay entre ambos instrumentos: de modo que el dicho de Góngora no tiene verdadero fundamento histórico, y hay que considerarlo como licencia poética de su fantasía.

Por otra parte, hay que tener presente que las siringas se compusieron, según la época, de cinco, seis o siete cañas; luego los etruscos las hicieron de nueve, y andando el tiempo llegaron a tener hasta quince; pero lo más general fue hacerlas de siete cañas, sin que nunca alcanzaran el exagerado número de ciento que Góngora dice, lo cual es una verdadera andaluzada del célebre poeta cordobés.

Dicho ya cuanto se refiere al origen y esencia de la siringa, conviene tomar en cuenta que realmente su invención se pierde en la noche de los tiempos, y que el tal instrumento se encuentra en la historia de los pueblos más antiguos. Pero no es esto lo que más puede llamarnos la atención tocante al mundo conocido hasta fines del siglo XV; lo que puede ser causa de estudios etnológicos importantísimos, es la circunstancia de haberse encontrado varias siringas en islas y continentes desconocidos antes del descubrimiento de América. En el archipiélago de Tonga, en Oceanía, se hallaron de ocho y nueve tubos; el célebre Humboldt encontró en Méjico una de ocho cañutos; en un sepulcro de las ruinas mejicanas de Palenque se halló otra, pero no de cañas, sino de piedra; y en otro antiguo sepulcro del Perú se ha encontrado otra de piedra con siete tubos cada una.

En vista de tan preciosos hallazgos se ocurre preguntar: ¿Fue la siringia inventada también por los americanos?…. ¿La tomaron estos de los egipcios o de los griegos?…. Y en este caso, ¿quiénes fueron a América antes que Cristóbal Colón?…. Quédese la respuesta a tan interesantes preguntas para el estudio de los sabios americanistas, puesto que a mí me corresponde ahora tan solo consignar los hechos, como pruebas de la universalidad del instrumento en cuestión.

No obstante, es muy de extrañar que en el Diccionario de la Real Academia Española no conste su nombre ni su definición en forma alguna; pues aunque bajo la voz zampoña hay una alusión a él, esta es muy vaga, puesto que la zampoña es instrumento que ni por su esencia ni por su forma tiene nada de común con la siringa. De esto será culpable, tal vez, Fr. Luis de León, quien, al hacer la traducción de los versos de Virgilio que dejo atrás copiada, cometió el desliz, que quizás haya sido causa del de la Academia. Sea de ello lo que fuere, creo que cuando en las obras de Covarrubias y de Cervantes se halla la siringa o silbato de cañas, no debiera la Real Academia Española excusarse de definir este antiquísimo y popular instrumento.[8]

FRANCISCO ASENJO BARBIERI.

10 de Enero de 1891.

 

[1] Versos pertenecientes al Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando, pero la cita de Barbieri es inexacta, quizás porque la escribió de memoria. En las ediciones que he consultado dice: …que es menester buscar con dos sabuesos / una cabeza en tanta pepitoria.

[2] Metamorfosis, I, 705-712.

[3] Metamorfosis, XI, 154-155.

[4] Metamorfosis, XI, 161.

[5] Oeuvres de Virgile. Édition polyglotte, publiée sous la direction de J.-B. Monfalcon, M. D. Paris-Lyon, Cormon et Blanc, 1838, p. 12. El resto de traducciones a otras lenguas mencionadas a continuación proceden de este mismo volumen.

[6] Lucrecio, De Rerum Natura, versos 1382-1383.

[7] Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Madrid, Luis Sánchez, 1611, voz siringa. En realidad Covarrubias, aunque relate el mito de Pan y Siringa, no se refiere en ningún momento al instrumento musical, sino solo al utensilio que hoy llamamos ‘jeringa’.

[8] La voz siringa en su acepción de instrumento musical entró por primera vez en la edición de 1925 del diccionario académico: “Especie de zampoña, compuesta de varios tubos de caña que forman escala musical y van sujetos unos al lado de otros.” Así ha seguido apareciendo en las ediciones posteriores.





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