Veterodoxia – Pepe Rey

Marchas fúnebres

El concierto académico

El día previsto, aunque un rato más tarde de la hora anunciada, tuvo lugar el acto performántico de la AESA-P. El dúo Agúndez-Palacios necesitó un tiempo extra para colocar en el escenario y poner en funcionamiento el complejo aparataje tecnológico típico de la era predigital. El salón de actos de la Escuela de BBAA presentaba un aspecto, según unos testigos, medio lleno y, según otros, medio vacío, pero a medida que el concierto fue avanzando siguió entrando gente, en su mayor parte estudiantes que salían de clase y no tenían nada peor que hacer. El programa de mano era más bien escueto y minusculizado:

Pero, a pesar de lo que preveía el programa, los artistas decidieron cambiar el orden de ejecución, dejando para el final el esperado veredicto y entrega de premios del Concurso de Marchas Fúnebres. Así que la cosa comenzó con los cinco estudios breves de virtuosismo para trompetillas de plástico, del Sr. Palacios, interpretados por el propio autor. Lamento no poder ofrecer grabación de la misma (aunque hay quien afirma que en algún cajón de alguna biblioteca de alguna facultad de la UCM existe una casete con la grabación de todo el evento), pero cualquiera que haya escuchado durante los últimos lustros algún concierto de este Paganini de la trompetilla puede hacerse sin dificultad una idea de la fulgurante belleza de aquellos estudios de virtuosismo escritos por el autor a la medida de sus instrumentos, de sus dedos y de sus labios. Y además, como correspondía en aquel momento y en aquel lugar, eran unos estudios súper, súper postmodernos y súper, súper divertidos. Pero aunque no haya grabación, tenemos un testimonio gráfico irrefutable. Qué digo uno: tenemos dos y ya se sabe que dos imágenes valen más que dos mil palabras:

A pesar del elevado sentido del humor condensado en aquellos estudios, parece ser que el público asistente no hizo demasiado aprecio de la obra. Ya se sabe: en su mayoría eran estudiantes de artes plásticas con la tradicional desinformación sobre música de los universitarios españoles, una lacra que todavía sufriremos durante muchos años. En fin, corramos el clásico velo y pasemos al siguiente estreno, debido en este caso a la inventiva del Sr. Agúndez. Se trató de la obra intitulada parasit-aria b, de la que solo ha quedado una foto que quizá no haga justicia a los incuestionables valores intrínsecos de la composición.

Tras el éxito perfectamente descriptible de las dos obras para solista de trompetilla y de silla, respectivamente, los artistas decidieron aunar sus virtudes en una composición de más compleja estructura, elaboración e instrumentación, la titulada motete da cuita. La obra requería prestaciones tecnológicas varias de complicado ensamblaje dentro del desarrollo escénico: micrófonos, papeleras de plástico, tubos de cartón, etc., amén de un experto manipulador de sonidos, tal como puede apreciarse en los testimonios gráficos que nos ha proporcionado el Sr. RP:

A pesar del apabullante despliegue tecnológico y de los indudables valores éticos y estéticos de la composición, el público no acababa de entrar del todo en las intenciones de los académicos A & P. Como mucho, algunas vacilantes risitas mostraban que había ganas de juerga, pero que la cosa no daba mucho de sí. Finalizada la interpretación del motete los responsables del atrezzo procedieron a la reordenación del escenario, situando el piano en el centro para lo que vendría a continuación. Agúndez y Palacios bajaron del escenario durante unos minutos y se sentaron en el lateral del patio de butacas. Fue en ese momento cuando ocurrió algo imprevisto que, sin hacer ruido alguno, marcó un cambio drástico en el devenir de los acontecimientos programados. Muy discretamente apareció en la sala una figura femenina enlutada que con paso vacilante  y apoyada en un bastón avanzó por el pasillo central, bordeó el escenario, pasó por delante de la pareja artística y se sentó al lado mismito de ellos. En la cabeza de A & P empezaron a germinar algunas preguntas: ¿Quién es esta mujer? ¿Será la viuda? ¿Por qué le hacen fotos? ¿Qué está pasando aquí?

Pero no se atrevieron a preguntárselo quizá por respeto a las canas. Eso sí, tomaron buena nota de su presencia: habría que tener mucho cuidado con las bromitas macabras por si, acaso, aquella  evidente viuda era Dª Victoria -qué otra podría ser- y venía con toda su ilusión y con la esperanza de conseguir el premio del concurso. Aquello era un asunto muy serio y resultaría demasiado cruel convertir a la pobre anciana en objeto paciente de una chanza, que es lo que  en realidad era el concurso. Quizá hasta podría acabar con las ya escasas fuerzas de una enferma terminal y tendríamos como final un numerito desagradable con ambulancia y todo lo demás. Todo esto pasó seguramente por las cabezas de A & P, pero  el espectáculo no podía parar. Palacios se levantó con decisión, subió al escenario, se situó delante del micro y anunció: «Vamos a proceder a la lectura del acta de la reunión celebrada el pasado domingo por el tribunal constituido para decidir sobre los premios del I Concurso Internacional de Marchas Fúnebres para Tecla». Pero cuando se disponía a leer la mencionada acta, notó que se levantaba un rumor desde el fondo de la sala. Algo estaba ocurriendo que iba a cambiar totalmente el rumbo de los acontecimientos.



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