Veterodoxia – Pepe Rey

Marchas fúnebres

Mors vitae unica veritas:

Toda la verdad sobre el I Concurso de Marchas Fúnebres para Tecla

(1983)

Resumen:
Algunos importantes hechos y aspectos de la música del siglo XX son tan poco conocidos como los del siglo X. La musicología debe trabajar para que sean recordados en el futuro lo mejor posible. En 1983 se celebró en Madrid el I Concurso Internacional de Marchas Fúnebres para Tecla. El fallo del jurado y la ceremonia de entrega de premios estuvieron envueltos en oscuros manejos. Finalmente, un valiente musicólogo, RP, descubrió que una de las obras premiadas era un plagio.

Abstract:
Some important facts and aspects of 20th century music are as little known as those of the 10th century. Musicology should work in order to make them being remembered as accurately as possible in the future. In 1983 the First International Prize of Keyboard Funeral Marches was held in Madrid. The jury decision and the award ceremony were both involved in darkness and corruption. Eventually RP, a courageous musicologist, revealed that one of the awarded works was a plagiarism.

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Introducción

Desde hace tiempo he escuchado por aquí y por allá alusiones a cierto concurso celebrado en Madrid allá por los años 80 del siglo XX, cuya materia concursal estuvo constituida por el particular género de las marchas fúnebres para tecla. Según algunos, tras el fallo del jurado se había descubierto que una de las marchas premiadas era un plagio literal de una obra anterior, lo que provocó un notable revuelo en el acto de entrega de los premios. Para otros, por el contrario, sólo se trató de una más de las típicas performaciones a que tan aficionado es cierto sector de compositores contemporáneos a falta de mejores argumentos sonoros para entretener al público durante una hora. En todo caso, ni unos ni otros sabían darme demasiados datos concretos, salvo que el evento resultó inusualmente animado a la par que confuso.

Con frecuencia se acusa a la musicología en general –y particularmente a quienes dedicamos nuestro tiempo a estos meritorios menesteres– de no prestar suficiente atención a la música actual. Este trabajo quiere ser una clara demostración de que tal cosa no es cierta en lo que a mí corresponde. Ante las controvertidas versiones suscitadas por el mencionado concurso no he dudado ni un momento en tomar el maletín de herramientas de campo del musicólogo y lanzarme a la búsqueda y captura de la verdad, igual que si se tratase de localizar el acta de nombramiento de Cristóbal de Morales como maestro de capilla de Plasencia –que anda extraviada desde hace unas décadas– o las verdaderas razones por las que José Francisco Ochandiano renunció a su puesto de primer organista del monasterio de Santa Rita, de monjas agustinas, en Jarandilla de Tajo.

Primera dificultad: para un asunto así resulta inútil, obviamente, recurrir al Archivo Histórico Nacional, ni al provincial de Protocolos, ni a las actas capitulares de la UCM o a cualesquiera otros papelajos de esa clase que tan buen servicio nos hacen a los musicólogos para dar peso y autoridad a nuestros trabajos habituales. Tampoco las bibliotecas me han servido de mucho y ni siquiera las hemerotecas han podido decirme nada interesante, porque la crítica musical madrileña siempre ha estado muy limitada a los conciertos de las salas de relumbrón, menospreciando a los circuitos de segunda o tercera división. Incluso, por increíble que parezca, tanto Internet como su oráculo Google ignoran totalmente este asunto, sin duda porque apenas dejó rastro escrito. A partir del presente trabajo estoy seguro de que será muy diferente, porque espero haber restituido a una existencia real algo que en su momento quizá solo fuera virtual y después quedó engullido en el olvido. Parece un manierista juego de palabras, pero al final el lector entenderá que encierra bastante verdad.

Si la música es de por sí un arte volátil –soni pereunt, dejó escrito san Isidoro–, esta clase de performaciones suelen desaparecer sin dejar otra huella que la que queda en la volátil memoria de los asistentes. Y ahí debo reconocer que he tenido suerte, aunque ya dicen que la suerte es para el que se la trabaja o, como afirmaban los antiguos, sólo adjuvat fortes. Y, gracias a que el Destino así lo ha querido, he conseguido establecer contacto directo con la persona que en gran parte protagonizó el affaire y que aún conserva un puñado de fotos y algunos imprescindibles documentos escritos. Es de lamentar que las fotos no tengan demasiada calidad, pero aún así su valor documental es único.

Trabé conocimiento con esta persona hace pocos años en la cárcel, en la que él residía como inquilino de larga duración, mientras yo era un mero visitante de un día contratado como experto musicólogo para disertar en un ciclo de conciertos y conferencias sobre música. Ante la sorpresa de los responsables del establecimiento penitenciario, mi intervención sobre la música de Bach atrajo a un inusitado número de reclusos. Tan inesperado éxito quizá no se debiera tanto a la fama que me precedía, cuanto al sugerente título que propuse para mi charla: El Arte de la Fuga. Fuere por lo que fuere, en el turno de ruegos y preguntas me sorprendió la precisión y tecnicismo de las intervenciones del personaje a que me estoy refiriendo. Finalizado el acto, la dirección me permitió hablar a solas con él y en el curso de la conversación salió a relucir el oscuro y tétrico asunto de las marchas fúnebres.

Tras una petición formal por mi parte, la mencionada persona puso generosamente a mi disposición todo su archivo con una sola condición: no revelar su identidad, porque no desea que su cara y su nombre pululen por la red, dado que aún tiene cuentas pendientes con más de uno y más de una. Cumpliré escrupulosamente sus deseos a la vez que desde aquí quiero dejar constancia de mi profundo agradecimiento como historiador y musicólogo. Así que, para entendernos, llamaré a esta persona Mr. RP o, simplemente, RP (Rostro Pixelizado), por los motivos que más adelante se verán.

Y, sin más preámbulos, comencemos la reconstrucción fidedigna de los hechos.



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