Veterodoxia – Pepe Rey

La Reina de León


NOTA PREVIA, por P. R.

El 21 de marzo de 1986 moría en un hospital madrileño Basilio M. No fue una muerte cualquiera, sino un auténtico sacrificio en aras de la ciencia, como el del matrimonio Curie o el de Roald Admunsen. Basilio M. fue nada menos que el descubridor del método de investigación musicológica o, mejor, de conocimiento científico, conocido como desde-el-objeto-en-sí, lo que le condujo inexorablemente a la tumba. A pesar de que en su momento la última peripecia vital de Basilio M. fue bastante conocida en los medios musicológicos[1] y se llegó a hablar de ‘manifiesto fundacional’ de una nueva musicología, lo cierto es que un cuarto de siglo después nadie se ha atrevido a continuar avanzando en la dirección marcada por Basilio M. -seguramente por temor a las nefastas consecuencias colaterales-, de modo que en asuntos metodológicos estamos prácticamente como entonces, aunque las apariencias sean otras a causa del brillo de la aparatosa parafernalia tecnológica y la introducción de vocablos de moda como musicología sostenible, análisis schenkeriano de la gobernanza sonora o hermenéutica diacrítica de la epiqueya armónica.  Bueno, puede afirmarse también que el glorioso nombre de Basilio M. no está del todo olvidado, porque desde un tiempo a esta parte han aparecido aquí, allá y acullá amparados en su prestigiosa firma ciertos subproductos literarios de diverso pelaje –romancillos, cartas difamatorias, aleluyas, etc.– producto de alguien que intenta ocultar sus vergüenzas bajo el nombre del héroe sin conseguirlo, porque las diferencias estilísticas saltan a la vista de cualquiera que conozca la magna obra del auténtico Basilio M. No descarto intervenir algún día no lejano por vía judicial en defensa del buen nombre de mi malogrado amigo, usurpado alevosamente por este desaprensivo.

El escrito que he decidido publicar hoy en Veterodoxia es uno de los pocos que tienen el certificado de autenticidad indudable. Doy fe de ello, porque yo mismo lo recogí de su mesa de trabajo cuando tras el óbito y el sepelio acompañé a su padre al piso del finado y con su consentimiento –al del padre me refiero– me llevé algunas cajas archivadoras que me parecieron contener cosas de algún interés musical. En realidad se trata de auténticos cajones de-sastre, en los que se mezclan fotos y cartas personales, quinielas y billetes de lotería caducados, separatas de revistas, fotocopias, hojas sueltas de libros (algunas con sello de biblioteca) arrancadas con cúter o por las malas, vitolas de puro, posavasos… Pero entre todo este batiburrillo también hay algunas carpetas con un contenido algo más monográfico en torno a algún asunto determinado. En la parte delantera de una de ellas se puede leer en letras mayúsculas: LA REINA DE LEÓN. De ahí provienen los materiales que he intentado ordenar para sacarlos a la luz lo más decentemente posible. Consisten estos básicamente en una oncena de folios sin numeración y de diversos tamaños garabateados en varias direcciones, lo que dificulta enormemente el seguimiento de un posible hilo narrativo. Y junto a los folios, fotocopias de partituras y libros, fichas bibliográficas, algún pequeño grabado y el variopinto material que he descrito más arriba referido en este caso más o menos al asunto del título. De todo ello intentaré sacar algo inteligible.  De cualquier forma, el lector no debe llamarse a engaño. Este trabajo fragmentario e inacabado es anterior al descubrimiento del método de conocimiento desde-el-objeto-en-sí, que tan caro costó al autor.  Por ello, que nadie espere encontrar aquí sexo, drogas, cánones o entrecruzamientos melódicos atrevidos, aunque, eso sí, el enigma y el misterio le golpearán desde la primera página, que es la que viene inmediatamente.

Pero antes de pasar a ella, se hace necesaria aún una última consideración de índole temporoespacial. Para cualquiera resulta evidente que la fecha ante quam han de haber sido escritos estos apuntes inacabados no puede ser posterior al comienzo de la primavera de 1986, sino, por lo menos, unos meses antes. Sorprende por ello no poco que de cuando en cuando Basilio M. parezca referirse a hechos posteriores a esa fecha. Quienes lo conocimos y tratamos, sin embargo, sabemos de su portentosa capacidad intuitiva proyectada hacia el futuro, característica de los grandes descubridores, por lo que no nos extrañan nada sus proféticas alusiones a hechos y personas que no pudo conocer. Con todo, lo más sorprendente en este caso no es la previsión basiliana, sino la que ya se prefigura en el libreto de la ópera, sobre todo en su versión alemana. Para explicarla no hace falta echar mano de brujerías ni meigallos: el don poético y el don profético han sido inseparables desde la antigüedad y lo siguen siendo, aunque ahora no prestemos tanta atención  a los libros de poesía como a los de economía para prever el futuro. Así nos va. Tendré que recordar a los desatentos y desmemoriados la precisión con que fray Luis de León describió en lenguaje alegórico, pero exacto, un suceso de 1973 en su oda a Puertocarrero:

No siempre es poderosa,
Carrero, la maldad ni siempre atina
la envidia ponzoñosa,
y la fuerza sin ley que más se empina
al fin la frente inclina;
que quien se opone al cielo,
cuanto más alto sube, viene al suelo.

O aquel soneto de Francisco de Figueroa «A la Esperanza»:

¡Ay, Esperanza lisonjera y vana,
ministra de cuidado y de tormento,
que el más osado y loco pensamiento
haces juzgar segura empresa y llana!

Y tantos y tantos versos proféticos que los más perspicaces y atentos lectores de poesía han ido descubriendo en viejos y olvidados infolios. No se culpe, pues, a este honrado y fiel editor de estas sorprendentes apariciones ucrónicas o acrónicas, porque, por lo demás, son tantas las semejanzas entre la vieja corte madrileña y las actuales, que casi no tiene mérito adivinar cualquier cosa que a estas se refiera. Quizá, cuando Cohélet dijo aquello de Nihil novum sub sole, no pensaba en el astro rey, sino en la Puerta del Sol.


[1] Se publicó en los números 4, 5 y 6 de la prestigiosa revista Musica Antiqua (1986-1987). Pepe Rey: “Del Método en musicología. El azar y la fatalidad. Historia de un descubrimiento científico musical por Basilio M.”



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