Veterodoxia – Pepe Rey

Dos retoques críticos al libro A History of the Lute (IIa)

2. No las toquéis ya más: son sólo flores

No le toques ya más,
que así es la rosa.

Juan Ramón Jiménez

2.1 Ni nuevas…

El último párrafo del capítulo VIII [de A History of the Lute], dedicado a la vihuela, comienza: “The last vihuela collection in Spain is the Ramillete de Flores Nuevas (1593), a manuscript in the Biblioteca Nacional, Madrid.”

Tras leerlo, siento una extraña sensación en la nuca. El título me resulta familiar, pero hay algo que suena raro en mi cabeza: ¿”Nuevas”? Acudo inmediatamente a la edición que tengo a mano de una obra de título muy parecido, aunque, sin duda, ya algo vieja. Tan vieja, que aún llevaba pelo largo cuando se publicó: Ramillete de flores. Colección inédita de piezas para vihuela (1593). Ed. de Juan José Rey. Madrid: Alpuerto, 1975. Parece que se trata de la misma colección manuscrita de la BN citada por D. Alton Smith, pero el editor de 1975 no dice que las flores sean nuevas. ¿Quizá no leyó bien el título? Veamos… p. 12. Pues yo diría que sí leyó bien y completo, porque lo transcribe con todo detalle, incluso con las particularidades ortográficas de la época:

“Este libro se escriuió el año de 93 en que se con/tienen algunas cosas gustosas. y son flores / coxidas de libros de autores graues, que se podrá / llamar Ramillete de flores sujetando si algún / heror hubiere en la Escritura, a la corepzión de / la santa madre yglesia, de rroma.”

Así que para el editor de 1975 el título parece estar claro. Vuelvo de nuevo al libro de D. Alton Smith. Al final del párrafo citado, que es ya el final del capítulo, hay una nota –la 69, por cierto– que remite a dos trabajos de J. Griffiths y D. Fabris. Quizá en ellos se pueda encontrar alguna explicación… Quizá ellos aclaren dónde se origina la novedad de las flores… Los dos son gente seria y, si dicen que las flores son nuevas, muy posiblemente lo serán. Pero, para mi desgracia, no tengo estas publicaciones. Acudo entonces al moderno oráculo de Delfos, Google, que a la consulta “ramillete de flores nuevas” inmediatamente me contesta con enlaces a grabaciones de Juan Carlos Rivera, José Miguel Moreno y Christopher Wilson –que son especialistas solventes, sin duda ninguna– en sellos bastante serios, como Glossa o Virgin, aunque Cantus no lo sea tanto. Los tres tañen obras contenidas en un manuscrito que, según afirman los créditos de los discos, lleva ese título. Como son intérpretes concienzudos, imagino que habrán consultado el original; así que es posible que exista el manuscrito ese de las flores nuevas.  Pero Google también me proporciona un enlace a la página The Vihuela de Mano: Original Sources of the Music & Modern Scholarly Editions, en la que veo que en realidad se trata de un único manuscrito, pero que existe otra edición moderna además de la de 1975. Esta edición, posterior en seis años a la primera, es la que se titula: Ramillete de flores nuevas (1593), ed. by Javier Hinojosa and Frederick Cook. Zürich: Editio Violae, 1981. Ahí debe de estar la madre del enredo.

Como a estas alturas el asunto ya es viejo, aunque algunos afirmen que las flores son nuevas, me pongo a buscar en revistas viejas y en una de hace veinte años exactamente (Musica Antiqua 9, abril 1987, 16-19) encuentro un artículo casi tan olvidado como el asunto que le sirve de título, Ética y Deontología, en el que el editor del Ramillete de 1975 utilizando un estilo irónico, abarrocado y elíptico, pero perfectamente inteligible –se entiende muy claramente, por ejemplo, cuando llama cornudos y ladrones a los Srs. Hinojosa y Cook– explica y demuestra cabalmente cómo los editores de 1981 han engañado con plena conciencia a la comunidad vihuelística adjudicándose un descubrimiento ajeno y, lo que es más grave, cambiándole el nombre por oscuros motivos inexplicables o, de cualquier modo, inexplicados. Quedo sorprendido de la gravedad y contundencia de las acusaciones pero, más aún, de que la pareja de 1981 no haya respondido nunca a las mismas, reconociendo con su silencio que es cierto que ponen los huevos en el nido ajeno y que rebautizan a su antojo los polluelos de otros. Y, por lo mismo, me sorprendo de que prestigiosos especialistas se hayan tragado el invento sin, por lo menos, poner a prueba las afirmaciones del uno y de los otros, aunque sólo sea en lo referente al título.

Así que, para no ser uno más de esos, me quito la bata, me pongo el abrigo, me voy a la BN, pido el ms. 6001 (el lector agradecerá que le evite la descripción de los trámites intermedios) y leo:

Paso el folio y, aunque más borroso, sigo leyendo:

[Este libro se escriuió el año de 93 en que se con
tienen algunas cosas gustosas. y son flores
coxidas de libros de autores graues, que se podrá
llamar Ramillete de flores sujetando si algún
heror hubiere en la escritura, a la corepzión de
a santa madre yglesia de rroma.-
Tabla de lo contenido en
este libro.]

Está claro. Por ninguna parte se ve eso de “nuevas”. Deducción: Quien afirme que el manuscrito se titula Ramillete de flores nuevas, o miente o nunca lo ha visto. En el caso de los editores de 1981, ambas cosas. Consecuencia y propuesta: En mi opinión toda referencia a la edición de Zurich, 1981, debería ser raspada de cualquier publicación que pretenda ser científica o, simplemente, verdadera, porque la única novedad (¡) que aporta dicha edición es una falsedad. Aunque, mejor pensado, quizá sea mejor dejarla ahí, como está. Así nos servirá como piedra de toque para saber quién consulta las fuentes y las ediciones fiables y quién prefiere dejarse embaucar, eso sí, más cómodamente. También podrá utilizarse como ejemplo práctico cuando la asignatura de Ética entre en los planes de estudio de música y musicología.

Por aprovechar el viaje a la BN y rentabilizar los trámites anejos, me pongo a leer el viejo manuscrito: “Tabla de lo contenido en este libro. – La primera edad del mundo. De 4 hasta ocho fojas.” ¡Hombre!, esto me interesa. Voy al fol. 4: “Anotaziones de Villegas. El primer día crió Dios el zielo y la tierra. Era domingo 25 de marzo. El segundo, que fue lunes, hizo el firmamento que es la octaua esfera.” Apasionante, sin duda. Pero, me pregunto, ¿quién puede llamar “nuevas” a flores como esta que se remontan al primer día de la creación? ¿Hay algo más viejo que el mundo mismo? Paso al fol. 5: “La primera mentira que en el mundo se dixo fue por el demonio hablando con Eva quando la tentó, y la segunda por la muger, que fue quando Eva rrespondió al demonio y el demonio engañó a Eva y le hizo comer de la fruta y ella la llebó a Adán y le engañó y se la hizo comer con sus caricias y alagos.” Pues sí que es viejo esto de engañar. Casi tanto como el mundo. Apenas sólo una semana más moderno. Qué poco originales son algunos.


2.2 …ni marchitas

Es una fría mañana de febrero de 1987. Acabo de cerrar el sobre con el artículo para el número de abril de Musica Antiqua. Como los anteriores, pertenece a la variopinta serie de “Inéditos”, pero, a diferencia de los otros, no me he divertido al escribirlo. Lo he titulado Ética y Deontología y trata del desagradable asunto del plagio del Ramillete a cargo de una pareja de piratas trasatlánticos. Ha sido un escrito necesario pero no placentero, como cuando alguien te aprieta fuertemente la mordedura de una víbora y chupa para sacar lo más posible del veneno. Es mejor echar fuera cuanto antes estas cosas desagradables, para que no te envenenen la sangre ni se enquisten, pero la sensación que queda no es ni siquiera de alivio, sino de tristeza, porque a la vez que se expulsa el veneno se pierde un poco de la fe en los semejantes y se llena uno de prevenciones y desconfianzas. Prefiero mil veces escribir artículos que puedan ser elaborados y consumidos entre risas y sonrisas. No es fácil, si a la vez se quiere comunicar algo interesante, pero el esfuerzo en estos casos me merece más la pena. Estoy cavilando sobre estas cosas con el sobre aún en la mano, cuando suena el timbre.

Es el cartero, que me trae en mano un sobre demasiado grueso para meterlo en el buzón. Le doy las gracias. Miro el membrete: “Congreso Internacional ‘España en la música de Occidente’. Ministerio de Cutura”. ¿Serán ya las actas? Qué extraño. Si prometieron que enviarían pruebas para corregir… Abro el paquete y extraigo un grueso lote como de un centenar de folios y, encima de ellos, una carta: “Querido amigo: Te remito las pruebas de tu ponencia…” ¿Mi ponencia? ¡Pero si yo envié a Salamanca la comunicación más breve jamás presentada en congreso alguno, de apenas un folio! ¿Es que los folios se reproducen en el ministerio como los hongos? Levanto la carta y leo el título de lo que hay debajo: La música española en la segunda mitad del siglo XVI: Polifonía, música instrumental, tratadistas. Y el nombre del autor: “José María Lloréns Cisteró. Instituto Español de Musicología. Barcelona.”

Como no entiendo por qué me ha llegado este artículo o ponencia, pero soy de natural curioso, me pongo a ojear el tocho de folios, pasándolos uno a uno lentamente y leyendo por encima, y voy viendo con asombro que se trata del ladrillo más indigesto y aburrido que imaginar se pueda; el modelo de artículo carente por completo de originalidad y gracia; lo más alejado del ideal que ando persiguiendo: una especie de listado escueto o guía telefónica de los títulos de todas las obras de los compositores de aquella época sin mezcla alguna de aportación personal del autor. Sigo pasando folios sin salir de mi asombro. ¿Y este señor es uno de los pocos musicólogos oficiales del país? ¿Y entre todos le estamos pagando un suculento sueldo? ¿Y en Salamanca le permitieron leer este mazacote sin tirárselo a la cara? ¿Y ahora se lo van a publicar? Increíble. Al llegar al capítulo dedicado a los vihuelistas, veo que el autor del mamotreto anuncia: “A la descripción se añade un breve juicio crítico del mismo.” No entiendo muy bien a quién se refiere ese enigmático “mismo” que será sometido a juicio crítico, pero me alegro de que, al menos, vayamos a encontrar alguna opinión personal del huero, hasta ahora, musicólogo. Pero, oh desilusión, inmediatamente compruebo que también los juicios son de otros. Por ejemplo, el que figura al final de Luys Milán: “Juicio: Es este el libro más original de todos los vihuelistas. Todo él se debe a la pluma y a la invención de Milán (Samuel Rubio. Alianza Música II, p. 221).” Los demás ‘juicios’ sobre el resto de los vihuelistas están copiados de escritos (verbales en algún caso) de John Griffiths, Emilio Pujol, John Ward y Anne Livermoore. Cuando se acaban los vihuelistas impresos, le llega el turno al Ramillete y veo que allí el vacuo ponente se permite transcribir –mal, por cierto– un par de opiniones expresadas en mi edición de 1975: “Juicio: Sirve perfectamente de enlace entre la música del siglo XVI y la guitarra del siglo XVII. Al azar y sin un plan previo, el desconocido recopilador nos legó una antología de valor inapreciable para conocer las últimas creaciones del arte vihuelístico. Juan José Rey.” Y entonces, ¡oh milagro del gran Dios!, al conjuro de mi nombre el hasta ahora mudo habló por su boca expresando una ocurrencia surgida de su cerebro mismo, la única en toda la kilométrica ponencia, y, en lugar de decir “muuuuu”, como era lo más que cabía esperar, dijo: “Consideramos la valoración del señor Rey desmedida e infundada. Sí, será un ramillete de flores, pero de flores marchitas.”

Recuerdo perfectamente aquel momento. La sangre se me subió a la cabeza. Me zumbaban los oídos. Se me hizo un nudo en el estómago. La boca estaba reseca. Todos los síntomas, en fin, descritos en cualquier manual de primeros auxilios para las víctimas de un shock, una explosión, un rayo, un terremoto, una cornada, un gol en propia meta en el último minuto. ¡Flores marchitas! No podía dar crédito a aquello. ¿Cómo era posible tanta mala baba? ¿Pero qué le habíamos hecho mi ramillete y yo a aquel estúpido mosén? Encendí nerviosamente un pitillo y volví a leer la frase por si no había entendido bien. “…un ramillete de flores, pero de flores marchitas.” Y ni siquiera se habría dado cuenta de que lo decía en octosílabos.

No sé cuánto tiempo pasó ni cuántos pitillos fumé sin poderme levantar de la mesa, incapaz de salir del marasmo, como paralizado por un golpe en algún centro nervioso vital. Quizá hubiera seguido allí cien años, como san Virila cuando oyó cantar al ruiseñor –aunque el canto de este pájaro era más parecido al cuervo o al silbido de la víbora– si no hubiera sido porque siempre hay amigos que aparecen en los momentos que los necesitas. Sonó el teléfono.

–Dime.

–¿Eres Pepe?

–Sí.

–Hola. Soy Pedro Calahorra.

–Hola, Pedro. No sabes cómo me alegra oír tu voz.

–Gracias. Perdona, pero es que estoy con prisas. ¿Has recibido un sobre del congreso de Salamanca?

–Sí, un sobre gordo…

–¿Con la ponencia de Lloréns?

–Efectivamente.

–Ah, qué alivio. Ya está aclarado el lío. Es que me ha llamado Lloréns porque a él le han llegado las pruebas de tu comunicación. Alguna secretaria debe de haber equivocado las direcciones de los paquetes.

–O quizás el Espíritu Santo.

–¿Cómo? Te oigo fatal. Bueno. Hazme un favor. ¿Puedes enviarle a Lloréns tú mismo sus pruebas? Así ganamos tiempo. Él te va a mandar las tuyas.

–Sí, por supuesto. No te preocupes. Esta misma tarde las pongo en el correo.

–Gracias, Pepe.

Colgué, me levanté, fui a la nevera y me puse una cerveza. Me bullían cosas por el coco. Volví a la mesa, abrí el cuaderno de notas y escribí en vertical el nombre del personajillo. Salen quince, pero quitamos esta y quedan catorce. Perfecto. Manos a la obra. Al poco rato tenía ya lo que buscaba. Me senté en mi flamante Amstrad 1512 recién estrenado y tecleé la siguiente carta:

Muy Sr. suyo:

Jamás pensé que alguna vez tendría que escribirle, pero puesto que el destino lo ha querido así, aprovecho para mandarle una flor de mi jardín, la última, precisamente, para que su olfato pueda admirar sus especiales aromas.

A uno que se las daba de botánico

J uez floristero que mi musa excitas,
O lfatear pretenden tus narices
S utiles diferencias cuando dices:
“É stas son flores, pero están marchitas.”

M architas son desde que tú las citas,
A gostadas están, pues las mal-dices
R oyendo tallos, hojas y raíces
I  gual que mil pulgones y termitas.

Ll ámasme desmedido y tus sermones
O sas desmesurar hasta el hastío.
R esponderéte en metro mis razones:

E res insulso, plúmbeo, muermo y frío.
N o te hubiera incluido en mis canciones,
S i no fueras bufón del que me río.

Y, sin pensarlo dos veces, imprimí la carta, la junté al resto de papeles, metí todo en un sobre gordo y al poco rato certificaba en la estafeta de correos dos envíos, uno para Barcelona y otro para Córdoba. Los dos a cuenta y en defensa del viejo Ramillete.

Nota: Las actas se publicaron ese mismo año de 1987: España en la Música de Occidente. Actas del Congreso Internacional celebrado en Salamanca, 29 de octubre – 5 de noviembre de 1985, “Año Europeo de la Música”. Ed. de E. Casares, I. Fernández y J. López-Calo. Madrid: INAEM. Ministerio de Cultura, 1987. La ponencia -también ponen las gallinas- mencionada ocupa las pp. 189-287.





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