Veterodoxia – Pepe Rey

Textos complementarios sobre el silencio

2. Francisco de Osuna: Tercera Parte del Libro llamado Abecedario Espiritual. Toledo: Remón de Petras, 1527.

Fig. 9

Tratado XXI. Habla del asosiego del alma, diciendo íntimamente: asosiega y acalla tu entendimiento.

Capítulo IV. De tres maneras de silencio.

Tres maneras de callar hay en el recogimiento o tres maneras de silencio, dejando las otras que no hacen tanto al caso. La primera es cuando cesan en el ánima todas las fantasías e imaginaciones u especies de las cosas visibles, y así calla a todas las cosas criadas […] así que tenemos dos maneras de callar: la una cesando en nosotros la imaginación y los pensamientos que voltean en nuestra memoria; la otra es un olvido aun de nosotros mismos, con una total conversación de nuestro hombre interior a solo Dios.

El primer callar es de las cosas a nosotros; el segundo es un sosiego quietísimo en que nosotros callamos a nosotros mismos y nos ordenamos a Dios con una sujeción receptiva y muy aparejada; lo cual se figura en los santos animales de Ecequiel, de los cuales se dice: Como fuese hecha una voz sobre el firmamento, que estaba encima de la cabeza de ellos, deteníanse en pie, y sujetaban sus alas. La voz, según dije, es la divina inspiración que se recibe en el oído del ánima sin expresión de palabra, sino con sola la presencia de Dios se da a sentir; y por esto dice Job que, furtiva y calladamente oyó la palabra escondida que le fue dicha y recibió las venas o rastros de su ruido pequeño […]

El tercer callar de nuestro entendimiento se hace en Dios, cuando se transforma en Él toda el ánima y gusta abundosamente la suavidad suya, en la cual se adormece como en celda vinaria, u calla, no deseando más, pues que se halla satisfecha, antes se duerme aun así misma, olvidándose de la flaqueza de su condición, por se ver tan endiosada y unida a su molde y vestida de su claridad como otro Moisés después de haber entrado en la niebla que estaba encima del monte, lo cual más de verdad aconteció a San Juan cuando despues de la cena se echó sobre el pecho del Señor y por entonces calló todo lo que sintió.

Acontece es este tercero estar tan callado el entendimiento y tan cerrado,  o por mejor decir ocupado, que ninguna cosa entiende de cuantas le dicen, ni juzga cosa de las que pasan acerca de él, porque no las entiende aunque las oye; según lo cual me contó un viejo a quien yo confesaba el cual había más de cincuenta años que se egercitava en estas cosas y díjome entre otros misterios, que le acontecía muchas veces oír sermones y cosas de Dios, de las cuales no ninguna palabra entendía; tan acallado y ocupado estaba su entendimiento de dentro, que ninguna cosa criada podía formar en él; y decíale yo que entonces se debía ir a retraer, a lo cual respondía que las voces le eran como sonidos de órganos, en las cuales había placer su ánima, aunque no las entendía, y como que contrapunteaba sobre ellas y alababa al Señor por una manera que se puede sentir, empero no se puede dar a sentir a otro.

3. Fray Juan de los Ángeles: Diálogos de la conquista espiritual del reino de Dios. Madrid, 1595.

Maestro.- Sólo el humilde tiene quietud en la oración. Sólo el humilde, porque la humildad es el fundamento de la quietud y paz del alma. ¿Sobre quién descansará mi espíritu, dice Dios, sino sobre el humilde y quieto que, como el navío con el lastre, va caminando con sosiego y sin vaivenes entre las furiosas ondas del mar? Así el humilde con el peso del propio conocimiento persevera sosegado entre las tentaciones y tribulaciones de la vida presente. De manera que la humildad es el fundamento para la quietud, para la soledad, para el silencio y para arrebatarse el alma en Dios. Eso es lo que dijo nuestro Jeremías: Qué cosa es solitario, que asentado en la oración se levanta sobre sí. Asentarse ha el solitario y callará, y levantarse ha sobre sí. No quiere decir: Asentarse ha el que vive en soledad, sino el solitario, el desnudo de pensamientos y cuidados del mundo, de las imágenes y fantasías de las cosas criadas; el olvidado de sí mismo y de todo lo que no es Dios. Cualquiera cosa que te acompañe en la oración te ha de distraer y inquietar y te ha de impedir la subida y la habla interior de Dios. Por eso dice Él por Oseas: “Yo la llevaré a la soledad”. No dice al desierto, sino a la soledad; conviene a saber, de que vamos hablando, y allí le hablaré al corazón; esto es, con regalo y ternura de desposado, que eso dicen los Santos que es hablar al corazón. Y esto basta para que entiendas qué cosa es ser solitario. Y si más quisieres, lee el cap. 15 de los Triunfos del amor, que allí hallarás las manos llenas; y pasemos al silencio, de que dice nuestro Jeremías: Asentarse ha el solitario y callará.

Discípulo.- Parece que está demasiada esta partícula «callará», porque bien basta estar quieto y solo para subir a Dios en la oración.

M.- Hablas como ignorante de quién está callado en la oración y lo que importa el callar. Hágote saber que muchos están solos y no se levantan, porque no guardan silencio. Es importantísimo el callar para tratar familiarmente con Dios […]

D.- ¿Al fin es de mucha importancia el callar en la oración y dar lugar a que Dios hable?

M.- Es el todo; pero quédanos lo mejor por decir deste silencio, que no es la última disposición para arrebatarse el alma en Dios este callar suyo, que muchos callan y oyen y no se levantan.

D.- ¿Pues qué silencio es ese?

M.- Cuando todas las cosas callan en el hombre, y duermen y sólo el espíritu puro vela y está atento a Dios; cuando no hay ruido alguno en el alma, porque todos los sentidos y potencias guardan estrecho silencio. Al silencio se sigue el rapto, que por otro nombre se llama muerte de beso. Aquel de quien dijo San Juan en su Apocalipsi (Apoc., 8): “Fue hecho silencio casi media hora”, no hora entera, ni media hora, sino casi media hora, porque la gente menuda de casa es muy gritadora y pedigüeña, y así dejan poco lugar al sosiego. A este silencio se sigue el rapto, que por otro nombre llamaron los Santos muerte de beso, porque se hace mediante el contacto suavísimo de Dios con nuestra ánima en la parte superior della. ¡Oh sueño dulce y deseado, en que se le hace la salva a la bienaventuranza y se gusta cuán suave es el Señor!

4. Miguel de Molinos: Guía espiritual que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz. Roma: Miguel Hércules, 1675.

Capítulo XVII . Del silencio interno y místico.

Tres maneras hay de silencio: el primero es de palabras; el segundo de deseos, y el tercero de pensamientos. El primero es perfecto, más perfecto es el segundo y perfectísimo el tercero. En el primero, de palabras, se alcanza la virtud; en el segundo, de deseos, se consigue la quietud; en el tercero, de pensamientos, el interior recogimiento. No hablando, no deseando ni pensando, se llega al verdadero y perfecto silencio místico, en el cual habla Dios con el ánima, se comunica y la enseña en su más íntimo fondo la más perfecta y alta sabiduría.

A esta interior soledad y silencio místico la llama y conduce, cuando la dice que la quiere hablar a solas, en lo más secreto y íntimo del corazón. En este silencio místico te has de entrar si quieres oír la suave, interior y divina voz. No te basta huir del mundo para alcanzar este tesoro, ni el renunciar sus deseos, ni el desapego de todo lo criado, si no te desapegas de todo deseo y pensamiento. Reposa en este místico silencio, y abrirás la puerta para que Dios se comunique, te una consigo y te transforme.

La perfección del alma no consiste en hablar ni en pensar mucho en Dios, sino en amarle mucho. Alcánzase este amor por medio de la resignación perfecta y el silencio interior. Todo es obras el amor de Dios; tiene pocas palabras. Así lo encargó y confirmó San Juan Evangelista: Filioli mei, non diligamus verbo, neque lingua, sed opere et veritate (Epist., 1, cap. 3, ver. 18).

Ahora te desengañarás que no está el amor perfecto en los actos amorosos ni en las tiernas jaculatorias, ni aun en los actos internos con que tú le dices a Dios que le tienes infinito amor y que le amas más que a ti misma. Podrá ser que entonces te busques más a ti y a tu amor, que al verdadero y de Dios; porque obras son amores, que no buenas razones.

Para que una racional criatura entienda tu deseo, tu intención y lo que tienes escondido en el corazón, es necesario que se lo manifiestes con palabras. Pero Dios, que penetra los corazones, no tiene necesidad de que tú se lo afirmes y asegures; ni se paga, como dice el Evangelista, del amor de palabra y lengua, sino del verdadero y de obra. ¿Qué importa el decirle con grande conato y fervor que le amas tierna y perfectamente sobre todas las cosas, si, en una palabrita amarga y leve injuria, no te resignas ni por su amor te mortificas? Prueba manifiesta que era tu amor de lengua y no de obra.

Procura con silencio esignarte en todo, que de ese modo, sin decir que le amas, alcanzarás el amor perfecto, el más quieto, eficaz y verdadero. San Pedro dijo al Señor con grande afecto que por su amor perdería de muy buena gana la vida; y a una palabrita de una mozuela le negó y se acabó el fervor (Mth., cap. 26). La Magdalena no habló palabra; y el mismo Señor, enamorado de su amor perfecto, se hizo su coronista, diciendo que amó mucho (Lucae, cap. 7). Allá en lo interior, con el silencio mudo, se ejercitan las más perfectas virtudes de fe, esperanza y caridad, sin que haya necesidad de irle a Dios diciendo que le amas, que esperas y le crees, porque este Señor sabe mejor que tú lo que interiormente haces.



Sigue leyendo. Páginas: 1 2



Veterodoxia - Pepe rey | Desarrollo web: Montera34 GC: WordPress